Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea. De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.

Un fragmento de Bellas artes

31/7/25 | |

 1. LUCIÉRNAGAS (fragmento)

El mundo es un ovillo de lana.
Una madeja a la que no es fácil encontrarle la punta.
Cuando no, se toma parte de la superficie, se la jala hacia fuera, se sostiene un pequeño tramo de hilo y se lo corta con un golpe seco. Después, si se encuentra la otra punta ya habrá tiempo de anudarlas. Una receta de cocina.
Unos piensan que el mundo es un ovillo de lana de un cordero que se inmoló hace mucho para que todos pudieran abrigarse.
Y encuentran esa idea reconfortante.

Luis Sagasti.

Destino

29/7/25 | |

 DESTINO

Recuerdo un viaje a Buenos Aires que terminó en Nueva York, otro a Lima que concluyó en Atenas, y uno a Roma que finalizó en Berlín. Todos los aviones que tomo van a donde no deben, pero ya estoy acostumbrado porque, con frecuencia, salgo de casa hacia la oficina y me paso la mañana metido en un taxi que va y viene sin que yo pueda aventurar una dirección exacta. Cuando regreso, por la tarde, nadie sabe nada de mi mujer ni de mis hijos y, cansado de seguir buscando mi propio rastro, me voy a dormir a un hotel. Menos mal que, en esas ocasiones, es mi padre el que me encuentra. No sé lo que será de mí el día que me falte.

Luis Mateo Diez, Piezas sueltas.

Le dernier jour de Howard Phillips Lovecraft

28/7/25 | |

Página de Le dernier jour de Howard Phillips Lovecraft. Dibujos de Jakub Rebelka.

Persecución

26/7/25 | |

 PERSECUCIÓN

Enciendo un pitillo, miro por la ventana y vuelvo a verle. Tantos años persiguiéndome. Un acoso que se mantiene insoslayable, de la mañana a la noche, como si el perseguidor se confundiese con mi sombra. Saber que es él no me importa, pero estar convencido de que esto puede durar toda la vida, es terrible. Si al menos no vistiera como yo, si no usara mi gabardina y mi sombrero, y abandonase esa costumbre de saludarme cuando le miro.

Luis Mateo Diez, Piezas sueltas.

MI (poema de amor)

24/7/25 | |

MI (poema de amor)
 
Vendí todas mis alcachofas
por un boleto al lugar en que vives.
Ningún percance.
El tren salió en horario
sol y vacas gordas todo el camino.
Pero tu pueblo no apareció nunca.

Mario Montalbetti. 

La dorada, un poema

22/7/25 | |

 LA DORADA

A la pregunta ¿cuánto has amado?
responde como si el lenguaje, mejor aún,

como si el vino se hubiera acabado.
Di que has de ir por más.

Afila luego el cuchillo y eviscera
la dorada que yace exangüe

sobre el batán vil de la cocina.
Y con la misma hoja separa lo tuyo

de lo tuyo. Es tuyo.

Mario Montalbetti.

Un chimpancé enamorado

18/7/25 | |

Y pensé en el chimpancé enamorado, en la lata de los terrones de azúcar y en el muchacho que antes parpadeaba sin cesar, el que también en verano parecía estar envuelto en una burbuja invernal, tal vez porque en la nebulosa de mi memoria lo recordaba con el jersey verde y los pantalones de pana marrón en el aula a la que todos asistían con pantalón corto. 

Fragmento de No digas noche, de Amos Oz.

Leyendo en el balcón

17/7/25 | |

 Leyendo en el balcón

me acomodo al sol, persigo su favor

un molde
al que debo pleitesía.

Laminada por los rayos que recién ahora,
a fines de agosto, pueden alcanzar estas cosas,
me organizo alrededor de esa luz

serpiente,
advierto el frío
y me mudo al hachazo blanco
un centímetro por vez.

Valeria Tentoni

Disculpe ¿es aquí la tabaquería?

16/7/25 | |

Disculpe ¿es aquí la tabaquería?

Nadie dice todo. Nadie dice nada.
Lo deseable es decir poquísimo.
Callar no es más radical.
Callar es como raparse la cabeza:
el pelo vuelve a crecer.
Pero decir poquísimo, decir lo mínimo
que uno puede decir,
eso es lo que nos permite decir algo.

Mario Montalbetti.

Los territorios salvajes...

15/7/25 | |

Es una mañana plateada como otra cualquiera. Estoy sentada ante mi escritorio. Y suena el teléfono, o alguien llama a la puerta. Yo estoy enfrascada en la maquinaria de mis cavilaciones. A regañadientes me levanto, contesto el teléfono o abro la puerta. Y la idea que acariciaba ya con las manos, o con la punta de los dedos, se desvanece. 

El trabajo creativo requiere soledad. Requiere concentración, sin interrupciones. Requiere la totalidad del cielo para surcarlo y ningún ojo que observe hasta que alcance esa certeza a la que aspira, y que no necesariamente posee de inmediato. Es decir, intimidad. Un espacio aislado; para deambular, roer lápices, garabatear y borrar y de nuevo garabatear.
Pero en ciertas ocasiones, si no muchas, la interrupción no proviene de otro, sino del propio yo, o de un yo dentro del yo que silba y aporrea la puerta y se tira en bomba en el estanque de la meditación. Y ¿qué te dice? Que has de llamar al dentista, que te has quedado sin mostaza, que el cumpleaños de tu tío Stanley es dentro de dos semanas. Por supuesto, reaccionas. Y luego vuelves al trabajo, sólo que los duendecillos de las ideas han huido y desaparecido entre la bruma.

Fragmento de LOS TERRITORIOS SALVAJES DE LA CREACIÓN (de el libro La escritura indómita), de Mary Oliver. Trad. Regina López Muñoz.

EL DÍA DE VERANO, un poema de Mary Oliver

13/7/25 | |

EL DÍA DE VERANO

¿Quién creó el mundo?
¿Quién dio forma al cisne, al oso negro?
¿Quién hizo al saltamontes?
Me refiero a este saltamontes,
el que acaba de saltar en la hierba,
el que ahora come azúcar de mi mano,
el que mueve las fauces de atrás para adelante y no de arriba abajo,
el que mira a su alrededor con enormes ojos complicados.
Ahora levanta una de sus patas y se lava la cara cuidadosamente.
Ahora de pronto abre sus alas y se va flotando.
Yo no sé con certeza lo que es una oración.
Sin embargo sé prestar atención
y sé cómo caer sobre la hierba,
cómo arrodillarme en la hierba,
cómo ser bendita y perezosa,
cómo andar por el campo,
que es lo que llevo haciendo todo el día.
Dime, ¿qué más debería haber hecho?
¿No es verdad que todo al final se muere, y tan pronto?
Dime, ¿qué planeas hacer con tu preciosa, salvaje, única, vida?

Mary Oliver.

Lost & Found

11/7/25 | |

Lost & Found 

 Los rostros son borrosos, las acciones no pueden apreciarse, cuando les entrego las fotos me responden que no son ellos, que estoy equivocado. “Pero es usted, mírese”, les digo señalando la foto. Entonces empiezan a reconocerse. A recordar. Y hechos que no sucedieron les vuelven a la memoria. La boda en la que nunca se casaron, los hijos no nacidos y el viaje que jamás hicieron. Y son felices otra vez, sumergidos en ese mar de imposibles.

Paola Tena.

Temores infundados

9/7/25 | |

Temores infundados 


 Esta mañana me he despertado con un miedo angustioso a no poder volar, y la desagradable impresión persistía mientras iba subiendo por la escalera de la terraza, con la gabardina bien ceñida y mi cartera colgada de una mano. Sin embargo, me he lanzado al vacío, he emprendido el vuelo sin problemas, y he llegado con toda puntualidad a la oficina.

José María Merino.

La casa de azúcar

8/7/25 | |

La casa de azúcar


Las supersticiones no dejaban vivir a Cristina. Una moneda con la efigie borrada, una mancha de tinta, la luna vista a través de dos vidrios, las iniciales de su nombre grabadas por azar sobre el tronco de un cedro la enloquecían de temor. Cuando nos conocimos llevaba puesto un vestido verde, que siguió usando hasta que se rompió, pues me dijo que le traía suerte y que en cuanto se ponía otro, azul, que le sentaba mejor, no nos veíamos. Traté de combatir estas manías absurdas. Le hice notar que tenía un espejo roto en su cuarto y que por más que yo le insistiera en la conveniencia de tirar los espejos rotos al agua, en una noche de luna, para quitarse la mala suerte, lo guardaba; que jamás temió que la luz de la casa bruscamente se apagara, y a pesar de que fuera un anuncio seguro de muerte, encendía con tranquilidad cualquier número de velas; que siempre dejaba sobre la cama el sombrero, error en que nadie incurría. Sus temores eran personales. Se infligía verdaderas privaciones; por ejemplo: no podía comprar frutillas en el mes de diciembre, ni oír determinadas músicas, ni adornar la casa con peces rojos, que tanto le gustaban. Había ciertas calles que no podíamos cruzar, ciertas personas, ciertos cinematógrafos que no podíamos frecuentar.
Silvina Ocampo. 

Huellas

6/7/25 | |

Huellas 


 Aquella papelera volcada. La pintada en el muro, como una indescifrable maldición. Varias colillas en la tierra, alrededor del árbol. Un periódico doblado sobre un banco. Una pelota pequeña flotando en el estanque. La marca del carmín en el borde de la taza. Un calcetín de niño colgando de la verja. Un escupitajo sanguinolento. La cicatriz del frenazo en el asfalto. Humedad en la almohada. Este relato.

José María Merino.

Respeto a la ancianidad

5/7/25 | |

RESPETO A LA ANCIANIDAD 


 Por culpa de una anciana dama con un perrito, que había acudido a la ventanilla de correos para realizar unos trámites y estaba retrasando a todos con su parsimonia, sucumbió a un ataque de ira irrefrenable y, como el respeto a la ancianidad le impedía cometer ningún desmán contra la señora, el acusado sacó una pesada porra con revestimiento de hierro, que acostumbraba a llevar siempre consigo para servirse de ella en caso necesario, y golpeó con fuerza la fachada de la casa que se encontraba enfrente provocando daños en tres viviendas e hiriendo a seis personas, cuyas lesiones, aunque de escasa gravedad, requirieron atención médica.

Heimito von Doderer.

Después del amor

4/7/25 | |

Después del amor

Cuando el amor se vacía de sí mismo,
nuestros cuerpos se colman totalmente.

Durante una hora yacemos trenzando
el pulso y la piel,

como bebés que suspiran
y dormitan, ensoñados con leche.

Donald Hall.

El mundo no acaba

2/7/25 | |

Me secuestraron los gitanos. Mis padres me rescataron. Luego los gitanos volvieron a secuestrarme. Esto duró un tiempo. Un minuto estaba en la caravana, mamando de la oscura teta de mi nueva madre, y acto seguido me encontraba sentado en la inmensa mesa del comedor, tomando mi desayuno con una cuchara de plata.


Charles Simic.

Fragmento de Una cierta edad

30/6/25 | |

Por la noche, mientras vemos una película o una serie, la gata Rosalía tiene a bien cedernos su sillón, con la elegancia de una emperatriz dadivosa, y se va a dormir bajo nuestra cama. Justo al acabar, tan pronto como calla el televisor, reaparece en la puerta de la sala, con la misma lentitud de su partida, y nos mira. No hace falta traducción, esa mirada quiere decir: «Venga, largaos y devolvedme mi sillón». A veces la subraya con un leve maullido exigente, pero por lo general le basta con la mirada, que tiene el fulgor altivo de Simone Signoret y la mala leche contenida (o incontenible) de Barbara Stanwyck. Lo portentoso de su reaparición es que se produce a escasos segundos del silencio televisivo, como si hasta entonces, y solo hasta entonces, nos hubiera cedido el sillón en usufructo.


Marcos Ordoñez, de Una cierta edad.

La expectativa

28/6/25 | |

LA EXPECTATIVA

BORAN FUE CONDENADO A CADENA PERPETUA. Pasaron los años. Murieron los guardianes y los sustitutos de los guardianes. Se extinguió la especie humana. Los barrotes de acero se deshicieron con la erosión continuada e implacable del aire. Entonces Boran escapó. «Sólo era cuestión de tiempo», se dijo.

Ángel Olgoso.

EL DÍA QUE ME SENTÉ CON JESÚS EN LA TERRAZA...

27/6/25 | |

EL DÍA QUE ME SENTÉ CON JESÚS EN LA TERRAZA Y SE LEVANTÓ UN VIENTO Y ABRIÓ MI KIMONO Y ÉL VIO MIS PECHOS 


Cuando un evento extraordinario tiene lugar en tu vida, eres propenso a recordar con una claridad antinatural los detalles que lo rodean. Recuerdas formas y sonidos que no estaban directamente relacionados con el suceso, sino que flotaban en la periferia de la experiencia. Esto puede suceder incluso cuando lees un gran libro por primera vez, uno que te inquieta y te hace pensar. Recuerdas dónde lo leíste, en qué habitación, quién estaba cerca. 
Recuerdo, por ejemplo, cuando leí Servidumbre humana. Estaba acostada en una litera superior en nuestro dormitorio de la escuela secundaria, envuelta en una colcha azul. Vivía en un dormitorio debido a mi padre. Él era un hombre religioso y quería que yo recibiera una educación espiritual: que escuchara la Palabra y conociera al Señor, como él lo dijo. Así que me envió a la Academia Luterana de San Pablo en Regina por dos años. Él estaba seguro de que allí es donde yo escucharía la Palabra. En todo caso, todavía puedo oír a la señora Sverdrup, nuestra ama de casa, llamando a la puerta a medianoche y susurrando con su acento noruego: «Oye, Gloria, es más de medianoche, es hora de apagar las luces. Ahora mismo», para luego deslizarse por el pasillo en sus pantuflas. Lo interesante aquí es que no recuerdo nada sobre el libro en sí, excepto que alguien en él tenía un pie zambo. Pero debe haberme conmovido profundamente cuando tenía dieciséis años, de lo que ya hace algún tiempo.

Gloria Sawai. Traducción de Raquel Castro.

Si algo me impide intentarlo

24/6/25 | |

Si algo me impide intentarlo 


¿Entonces para qué dar el salto? Si algo me impide intentarlo, paralizando en el aire mis músculos, es el hecho de constatar que antes de darlo ya su parábola externa está bien inscrita en mi mente. ¿Qué sentido tiene entonces describirlo en el trance en que, separada del suelo, mi figura lo dibuje en el aire si ya su parábola externa sin necesidad de intentarlo está bien inscrita en mi cuerpo?

Juan Calzadilla.

El ojo del dragón

22/6/25 | |

El ojo del dragón

El pastor se acercó a la hoguera donde la noche anterior habían quemado a la bruja. De entre las cenizas todavía tibias rescató un hueso largo, ennegrecido, que luego ahuecaría con paciencia para poder soplar por él y sacar música. Cada vez que salía melodía del agujero del hueso, un monasterio, en algún lugar del mundo, se incendiaba. Cada vez que el instrumento del músico sonaba, una monja cedía a la tentación. Era un fuego dulce, que miraba desde lejos la apariencia de las cosas y las convertía a su danza, crepitando. 

Rafael Courtoisie.

Parte metereológico

20/6/25 | |

Parte
meteorológico


Hay
muchas
nubes
en
el
recibidor,
que
ocultan
la
lámpara
del
techo
y
se infiltran
 progresivamente
 en
 la
 cocina
 y
 en
 el
 pasillo.
 Continuarán descendiendo
las
temperaturas,
y
es
previsible
que
granice
en
el
cuarto
de baño
y
que
llueva
en
la
sala.
Las
precipitaciones
serán
de
nieve
en
lo
alto
del aparador
 y
 en
 el
 borde
 superior
 de
 los
 cuadros.
 En
 las
 habitaciones
 del fondo,
el
tiempo
continuará
siendo
seco
y
soleado. 

José
María
Merino.

Montañeros

18/6/25 | |

Montañeros 


Mi padre desapareció hace veinte años, en la ascensión al Nanga Parbat. He sentido emoción, vértigo y furia al encontrarlo en una grieta de la cara norte, sin una arruga, más joven que yo. 

Creo que voy a matarle.

Óscar Sipán.

Una historia sobre el cuerpo

16/6/25 | |

Una historia sobre el cuerpo 


El joven compositor, que trabajaba ese verano en una colonia de artistas, la había observado durante una semana. Ella era japonesa, pintora, tenía casi sesenta y él pensó que estaba enamorado de ella. Amaba su trabajo y su trabajo era como la forma en que ella movía su cuerpo, usaba sus manos, lo miraba a los ojos cuando daba respuestas divertidas y consideradas a las preguntas de él. 
Una noche, volviendo de un concierto, llegaron hasta la puerta de su casa y ella se volvió hacia él y dijo: «Creo que te gustaría tenerme. También a mí, pero debo decirte que he sufrido una doble mastectomía». Y cómo él no entendía, aclaró: «He perdido mis dos pechos». 
La radiante sensación que él había llevado consigo en su estómago y en la cavidad de su pecho –como música– se marchitó de pronto y él se obligó a mirarla mientras decía «Lo siento. Creo que no podría».
Volvió a su propia cabaña a través de los pinos, y a la mañana se encontró un pequeño recipiente azul en el porche. Parecía estar lleno de pétalos de rosa, pero cuando lo levantó, vio que los pétalos de rosa estaban arriba; el resto del bol –ella las había barrido, seguramente, de los rincones de su estudio– estaba lleno de abejas muertas. 

Filosofía de los ademanes

15/6/25 | |

FILOSOFÍA DE LOS ADEMANES

Mis versos han descubierto
que las gentes
no valen por sí mismas
en lo físico
sino que son bellas o feas
según como estén construidas
sobre sus ademanes.
Y que los ademanes
son los armazones maravillosos
e invisibles
de los seres humanos.

Luis Vidales.

Equivocación

14/6/25 | |

Equivocación 


Nos embarcamos en el Mediterráneo. Es tan bellamente azul que uno no sabe cuál es el cielo y cuál el mar, por lo que en todas partes de la costa y de los barcos hay letreros que indican en dónde es arriba y en dónde abajo; de otro modo uno puede confundirse. Para no ir más lejos, el otro día, nos contó el capitán que un barco se equivocó, y en lugar de seguir por el mar puso rumbo al cielo; y como el cielo es infinito no ha regresado aún, y nadie sabe en dónde está. 

Karel Capek.

Amputaciones

13/6/25 | |

Amputaciones 


Por haber jugado con el ventilador, la niña tiene la punta amputada del meñique. Desde entonces las tres muñecas, de castigo, tienen el mismo dedo cortado con tijeras.

Dalton Trevisan.

Soledades

12/6/25 | |

Soledades 


Las tardes de domingo la del 5° H llama de urgencia al plomero del consorcio, y le lee poemas. La mujer lo engaña, porque nada fue escrito por ella, sino por Neruda, Ungaretti, Auden o Machado. 
El hombre también miente, inspecciona el waterclos, afirma que los caños del artefacto tienen problemas y escucha los versos mientras simula que está trabajando.

Roberto Perinelli.

Revolucionario del siglo XXI

10/6/25 | |

Revolucionario del siglo XXI 


Incapaz para la acción, su vida fue un continuo sopor, salpicado de siestas y breves cabezadas, sólo interrumpido por las horas del sueño nocturno.

David Roas.

Tamaños

9/6/25 | |

Tamaños 


Cuando mi papá se hace muy grande, caza los aviones con las manos, los hace añicos y me los regala con las alas rotas y el fuselaje partido por la mitad. Cuando se hace chiquitito, se mete en las cuevas de las cucarachas y las ataca con un alfiler de gancho; entonces me las entrega muertas, con el lomo atravesado. Pero cuando se hace normal y vuelve del trabajo, nos dice a todos que discutió con el jefe, viajó apretado en el subterráneo y ni siquiera me trae caramelos.

Roberto Perinelli.

Ayer en el parque

7/6/25 | |

 Ayer en el parque: un culturista en patines, una joven madre empujando un cochecito, un camarero chino al que le apretaban los zapatos, una pareja de enamorados compartiendo un trozo de pizza, una vieja que solía salir con Drácula, un Jesús adolescente con su amigo Elvis, una chica mona con minifalda y botas militares, el tipo solitario que toca el bongo con gafas de sol envolventes. 

Charles Simic.

Rabia o rima

6/6/25 | |

¿EL AMOR, ENTONCES,
también se acaba?
No, que yo sepa.
Lo que sé
es que se transforma
en una materia prima
que la vida se encarga
de transformar en rabia.
O en rima.

Paulo Leminski.
Traducción de John Galán Casanova.

La naparoia

4/6/25 | |

La naparoia

Los pacientes atacados de naparoia sienten la extraña sensación de que nadie los persigue, ni está tratando de hacerles daño. Esta situación se agrava a medida que creen percibir que nadie habla de ellos a sus espaldas, ni tiene intenciones ocultas. El paciente de naparoia finalmente advierte que nadie se ocupa de él en lo más mínimo, momento en el cual no se vuelve a saber más nunca del paciente, porque ni siquiera puede lograr que su psiquiatra le preste atención.

 Luis Britto García.