Es como la lluvia en una película muda, o como un barco en el fondo del mar, o como una galería de espejos a la hora de cerrar, o como la tumba del ventrílocuo mundialmente famoso, o como el rostro de la novia cuando se sienta a mear después de hacer el amor toda la noche, o como una camisa secándose en el tendal sin una casa a la vista… Bueno, vas pillando la idea.
De 'El monstruo ama su laberinto', Charles SIMIC.
49. Noche de verano
Se encerró en su cuarto y se acostó, derrengado, sobre la cama. Durmió muy mal, sentía un calor sofocante y por su mente cruzaron horribles pesadillas. Se despertó exhausto y encendió la luz: su cuarto estaba lleno de cadáveres.
Pedro Ugarte.
QUIÉN ME QUITA LO BAILADO
Pido peras al olmo. Las saboreo:
son deliciosas.
He pedido gato por liebre;
me lo han dado.
Me han contado historias libidinosas
a medianoche;
gozaba, con cada palabra,
con cada gesto.
He amado la noche
cuando amanecía,
amé la muerte, y
soñé
con la realidad.
Irene Gruss.
Después de un rato, aparentemente cansada de su danza, se posó en el borde de la ventana, al sol; y una vez finalizado aquel raro espectáculo, me olvidé de ella. Luego, cuando levanté la vista, volvió a cautivar mis ojos. Intentaba retomar su danza, pero parecía tan rígida —o tan torpe— que solo podía revolotear en la parte inferior del panel de vidrio, y cuando trataba de cruzarlo volando, no podía. Dado que estaba concentrada en otros asuntos, observé durante un rato aquellos intentos inútiles sin pensar, esperando inconscientemente que retomara su vuelo, como esperamos que una máquina que se ha detenido momentáneamente retome su actividad sin considerar las razones por las que falla. Después de quizás el séptimo intento resbaló por el borde de madera y cayó, agitando las alas, de espaldas sobre el alféizar de la ventana. La indefensión de su actitud hizo que me despabilara. De pronto comprendí que estaba en dificultades; ya no podía levantarse sola; sus patas luchaban en vano. Pero cuando le acerqué un lápiz con el propósito de ayudarla a enderezarse, comprendí que el fracaso y la torpeza eran la cercanía de la muerte. Bajé el lápiz.
INCLUSO
Mientras voy conduciendo paso junto a grandes vallas publicitarias que
anuncian negro sobre blanco Jesus loves even you. Me reconforta
sobremanera esa inesperada declaración de amor. Lo único que me inquieta es
ese «even», incluso.
Fragmento de Los errantes, de Olga Tokarczuk.
Perder el pasaporte era la menor de las preocupaciones de uno, perder un cuaderno era una catástrofe. Durante aproximadamente veinte años de viajes, sólo perdí dos. Uno desapareció en un autobús afgano. El otro lo confiscó la policía secreta brasileña.
EL PUNTO
Al pasar por estas ciudades, ya sé que finalmente tendré que detenerme en
alguna por más tiempo, tal vez incluso instalarme. Las sopeso en la cabeza,
las comparo y evalúo, y siempre me da la impresión de que cada una de ellas
está o demasiado lejos o demasiado cerca.
De manera que todo parece confirmar la existencia de un punto fijo en
torno al cual realizo mis circunvalaciones. Demasiado lejos ¿de qué?
Demasiado cerca ¿de qué?
Fragmento de
Los errantes, de
Olga Tokarczuk.
Para
mirarte
mejor
Aunque
te
aceche
con
las
mismas
ansias,
rondando
siempre
tu
esquina, hoy
no
podríamos
reconocernos
como
antes.
Tú
ya
no
usas
esa
capita
roja que
causaba
revuelos
cuando
pasabas
por
la
feria
del
Parque
Forestal, hojeando
libros
o
admirando
cuadros,
y
yo
no
me
atrevo
ni
a
sonreírte,
con esta
boca
desdentada.
Juan
Armando
Epple.
CLEOPATRAS
Me hallaba viajando en un autobús junto a una veintena de mujeres de negro rigurosamente tapadas. Se les apreciaban tan solo los ojos por una estrecha ranura: caí rendida ante el esmero y la belleza de su maquillaje. Eran ojos de Cleopatras. Bebían agua mineral ayudándose con gracia de una pajita; la pajita desaparecía en los pliegues de la negra tela hasta dar con sus hipotéticos labios. En aquel autobús de línea acababan de poner una película para amenizar el viaje: era Lara Croft. Fascinadas, mirábamos a esa muchacha de relucientes muslos y ágiles brazos que tumbaba a soldados armados hasta los dientes.
Fragmento de Los errantes, de Olga Tokarczuk.
Puertas
Abrió una puerta que le llevó a una puerta más pequeña; la abrió y le llevó a una puerta más pequeña, y así fue abriendo puertas hasta llegar a una puerta diminuta como una gatera por la que se metió para encontrarse con una puerta pequeña que le llevó a una puerta más grande y así siguió recorriendo un corredor infinito de puertas hasta que finalmente llegó a una pared. Al otro lado se oía una sucesión de portazos.
Juan Antonio Masoliver Ródenas.
Una fotografía de Fan Ho, uno de los fotógrafos callejeros más importantes del siglo XX.
Den stygge stesøsterenaka, 2025, Emilie Blichfeldt.
Un poeta (2025, Colombia), dirigida por Simón Mesa Soto.
Sorda (2025), dirigida por Eva Libertad.
Tren de la mañana
Sentados en el tren de la mañana, miramos por la ventanilla precisamente cuando pasamos por el barranco al que, hace quince años, cayó el grupo de colegiales con el que íbamos de excursión a la cascada, y pensamos en que nosotros nos salvamos pero los otros, sin embargo, están muertos para siempre. La profesora que llevaba a nuestro grupo a la cascada se ahorcó inmediatamente después de la sentencia de la Audiencia de Salzburgo, que fue de ocho años de prisión. Cuando el tren pasa por ese sitio, oímos, con los gritos del grupo, nuestros propios gritos.
Thomas Bernhard.
Al lector
Mientras leés, un oso polar plácidamente
orina y tiñe
la nieve de azafrán;
mientras leés, algunos dioses
se acuestan entre hiedras: sus ojos de obsidiana
están mirando las generaciones de hojas;
mientras leés, el mar
está pasando sus páginas oscuras,
pasando
sus páginas oscuras.
La casa
Venden esta casa: está llena de fantasmas: En la biblioteca está un abuelo que hace tarjetas navideñas con corazones de purpurina. En la tipografía, un tío que imprime avisos funerarios y programa de circo. En la sala, un padre que lee novelas policíacas hasta el fin de los tiempos. En la alcoba, una madre que está siempre pariendo la última hija. En el comedor, una tía que barniza cuidadosamente su propio ataúd. En la despensa, una prima que plancha todas las mortajas de la familia. En la cocina, una abuela que cuenta noche y día historias del otro mundo. En el patio, un negro viejo que murió en la guerra del Paraguay rajando leña. Y en el tejado, un niño miedoso que los espía a todos; solo que está vivo: ha sido traído por el pájaro de los sueños.
Dejen dormir al niño, pero vendan la casa, véndanla de prisa, antes de que él despierte y se descubra también muerto.
José Paulo Paes.
Hasta entonces, yo tampoco me había fijado en esos árboles tan grandes. Alcé la vista hacia sus copas. ¿Por qué me habría fijado en ellos justo ese día? No me extrañaba tanto que no los hubiera visto antes como el hecho de que los estuviera viendo ahora por primera vez. Las copas quedaban muy altas. Eran delgadas y rectas, y resultaban inquietantes: tenía la sensación de que iba a ser succionada directamente desde la tierra hacia ese cielo blando y luminoso.
Fragmento de Territorio de luz, de Yuko Tsushima (1947-2016).
Testigo de cargo
Es cierto, la bala entró debajo de la clavícula izquierda y no quiso buscar salida al otro lado: allí se quedó para atestiguar y vigilar su muerte.
Manuel Mejía Vallejo.
RUTH
Después de la muerte de su mujer, un hombre confeccionó una lista de
lugares que llevan el mismo nombre que ella: Ruth.
Encontró bastantes, no solo localidades sino también torrentes,
asentamientos, colinas e incluso una isla. Dijo que lo hacía por ella y que le
infundía ánimo la fe en que ella, de una u otra manera, seguía en este mundo,
aunque solo fuera a través de su nombre. Y, además, que cuando se detenía al
pie de una colina llamada Ruth, tenía la sensación de que su mujer no había
muerto en absoluto, que seguía existiendo, solo que de otra manera.
Financiaba ese viaje con el dinero del seguro de vida de ella.
Fragmento de Los errantes, de Olga Tokarczuk.
A la televisión
Tu boletín meteorológico me informa aquí y ahora si llueve o hace sol. ¿Para qué salir?
La comida suculenta que sirves frente a mí con los ojos la devoro. Jubilé mis dientes.
En las telenovelas hay tanto poder de vida que ya no me esfuerzo por vivir.
Guerra, sexo, deporte… todo, todo me das. Condenaré la puerta: ya no necesito al mundo.
José Paulo Paes.
La función
Un escenario en penumbra. Una sala llena de espectadores, aguardando a que comience la función.
La oscuridad se hace más intensa. Sólo hay un extraño y largo silencio. La función no comienza nunca.
Han Kang (de La clase de griego, 2011).
Magia negra
Iluminada me dijo que zarandeara el muñeco tres veces seguidas para que venga arrastrándose a mis pies. Que le pusiera un dedo índice en cada ojo, para que no mire a otra mujer. Que le cruzara las piernitas, para que no funcione con más hembra que yo. Y comprobé que sí, en efecto, la magia funciona. Lo compruebo cada vez que le pido un abrazo, y me abraza; le pido que me bese, y me besa; pero le ordeno que me quiera y entonces me mira con ojos huecos, con corazón de trapo, como si de verdad él fuera este muñeco que me preparó la vieja bruja de Iluminada.
Dazra Novak (Cuba).
Despertar
Despertó cansado, como todos los días. Se sentía como si un tren le hubiese pasado por encima.
Abrió un ojo y no vio nada. Abrió el otro y vio las vías.
Norberto Costa.
La nada
La escena no representaba nada. La acción no transcurre en ningún lado. Más aún, no hay ninguna acción. Tampoco personaje alguno. Nadie dice una palabra, por lo tanto.
El telón no se alza aún ya que está en la tintorería.
Difícil decir si la sala se halla colmada o desierta: es que no ha sido construida aún. Y por ahora no se prevé construirla. ¿Se hará un día? Quién sabe.
En cuanto al autor, que esta mañana había decidido escribir la obra, ha muerto esta misma tarde.
Jacques Sternberg.
¿Por dónde empiezo? Soy la antena de la mariposa. Soy las sustancias químicas de la pintura. Soy la persona muerta a orillas del agua. Soy la orilla. Soy el agua. Soy las células epiteliales. Soy el olor a desinfectante. Soy eso que te frotan en la boca para humedecerla, ¿lo notas? Soy suave. Soy fuerte. Soy cristal. Soy arena. Soy una botella amarilla de plástico. Soy todo el plástico del mar y de las tripas de todos los peces. Soy los peces. Soy el mar. Soy los moluscos del mar. Soy una vieja lata aplastada de cerveza. Soy el carrito de supermercado arrojado al canal. Soy la nota en el pentagrama, el pájaro del tendido eléctrico. Soy el pentagrama. Soy el tendido eléctrico. Soy arañas. Soy semillas. Soy agua. Soy calor. Soy el algodón de la sábana. Soy el tubo que tienes clavado en el costado. Soy la orina del tubo. Soy tu costado. Soy tu otro costado. Soy tu otro. Soy las toses del otro lado de la pared. Soy la tos.
Ali Smith. Fragmento de Otoño. Traducción: Magdalena Palmer.
El juez de línea no divaga. Su mirada mantiene el equilibrio sobre la fina cuerda blanca. Se aferra a los límites. Arde en cada punto de la recta. El juez de línea vive en el ecuador: suda y tiene escalofríos. No proyecta para sus adentros imágenes de paisajes, ciudades, el mar, la lluvia. No conversa, no se besa, no se pelea, no discute con nadie para sus adentros.
Fragmento de Manual de despedidas, de Jana Benová.
1. LUCIÉRNAGAS (fragmento)
El mundo es un ovillo de lana.
Una madeja a la que no es fácil encontrarle la punta.
Cuando no, se toma parte de la superficie, se la jala hacia fuera, se sostiene un pequeño tramo de hilo y se lo corta con un golpe seco. Después, si se encuentra la otra punta ya habrá tiempo de anudarlas. Una receta de cocina.
Unos piensan que el mundo es un ovillo de lana de un cordero que se inmoló hace mucho para que todos pudieran abrigarse.
Y encuentran esa idea reconfortante.
Luis Sagasti.
DESTINO
Recuerdo un viaje a Buenos Aires que terminó en Nueva York, otro a Lima que concluyó en Atenas, y uno a Roma que finalizó en Berlín. Todos los aviones que tomo van a donde no deben, pero ya estoy acostumbrado porque, con frecuencia, salgo de casa hacia la oficina y me paso la mañana metido en un taxi que va y viene sin que yo pueda aventurar una dirección exacta. Cuando regreso, por la tarde, nadie sabe nada de mi mujer ni de mis hijos y, cansado de seguir buscando mi propio rastro, me voy a dormir a un hotel. Menos mal que, en esas ocasiones, es mi padre el que me encuentra. No sé lo que será de mí el día que me falte.
Luis Mateo Diez, Piezas sueltas.
Página de
Le dernier jour de Howard Phillips Lovecraft. Dibujos de
Jakub Rebelka.
PERSECUCIÓN
Enciendo un pitillo, miro por la ventana y vuelvo a verle. Tantos años persiguiéndome. Un acoso que se mantiene insoslayable, de la mañana a la noche, como si el perseguidor se confundiese con mi sombra. Saber que es él no me importa, pero estar convencido de que esto puede durar toda la vida, es terrible. Si al menos no vistiera como yo, si no usara mi gabardina y mi sombrero, y abandonase esa costumbre de saludarme cuando le miro.
Luis Mateo Diez, Piezas sueltas.
MI (poema de amor)
Vendí todas mis alcachofas
por un boleto al lugar en que vives.
Ningún percance.
El tren salió en horario
sol y vacas gordas todo el camino.
Pero tu pueblo no apareció nunca.
Mario Montalbetti.